El amor no se busca, nos encontramos con él cuando ya se hizo carne, en formas cómplices de moverse, en un cuerpo que quiere entrar en otro cuerpo, en la disponibilidad para ser transformado en el sentimiento, en un baile de emociones exacerbadas.
La corporalidad del amor es reconocible en sus gestos, se manifiesta como huella de una cultura y sus estereotipos pero también es la manera de aparecer individualmente, en formas particulares de moverse a partir del sentimiento. En esta dualidad aparece una excusa para la danza.
El amor se establece en esta obra como un anclaje, un lugar a donde volver, un espacio vulnerable a la medida de otros cuerpos. Lo que importa es el vínculo como forma de crear la existencia y como posibilidad de narrar sus historias. Lo aleatorio del sentido en los vínculos y en la obra hace que ésta tome una forma nueva cada vez. Sin pretensiones argumentales de antemano, sin la necesidad de finales felices, solo en la posibilidad de cuerpos moviéndose para ser.
Esta obra se construye con improvisación en escena en un cruce de lenguajes: Tres performers construyendo desde la fisicalidad y el movimiento en diálogo con lo sonoro en tiempo presente, de forma nueva y espontánea con Dj’s tocando y componiendo en vivo. En espacios habilitados por la luz y en la posibilidad de transformar sus vestimentas e intercambiarlas como la piel.