Desde el otro mundo cruza continentes y generaciones. Hay en estas letras un entramado sutil entre lo íntimo y lo colectivo, entre el viaje físico y el espiritual.
El Japón de los templos, los cerezos en flor y los rituales convive con la Argentina de los relojes heredados, los silencios familiares y los pasajes urbanos. Todo unido por una escritura atenta, precisa, poética, siempre auténtica.
Mónica Makiya entrelaza tiempos, culturas y existencias con la misma paciencia con que se teje un vestido inolvidable o se amasa una pasta de hojaldre: capa sobre capa, palabra tras palabra, revelando la textura íntima de lo que somos. Transita lo visible y lo invisible, lo cotidiano y lo extraordinario. Lo hace con serenidad, con hondura y con una belleza que deslumbra tocando algo esencial en quien lee estas páginas. En mí lo consiguió sin duda, me llevó flotando entre haikus, viajes inesperados, aromas, silencios y preguntas, hasta sentir que transitaba por su corazón narrador.